Autoría: María Laura Quiñones Urquiza
Fotografías: Tony Roig (España)


VICENTE GARRIDO GENOVÉS, investigando la mente criminal
Sobran motivos, admiración y ganas para hablar del Dr. Vicente Garrido Genovés, el Maestro criminólogo español nacido en Valencia, además Doctorado en psicología en dicha Universidad. Postgraduado en la Universidad de Ottawa, Canadá. Profesor invitado de la Sociedad Británica de Psicología en la Universidad de Salford, logro profesional alcanzado solo por una elite de grandes científicos. Miembro de prestigiosas asociaciones científicas y consejos editoriales de varias revistas, entre ellas Psychology, Crime and the Law, y Journal of Correctional Education. Autor de muchas de las obras tesoro para estudiantes y profesionales criminólogos, psicólogos, médicos, comunicadores, psiquiatras, cuerpos y fuerzas de seguridad, abogados y jueces. Ejerció de Consultor de Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil en Latinoamérica, supervisando programas en Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay. El Ministerio de Justicia le concedió en 1999 la Cruz de San Raimundo de Peñafort, por “sus méritos en el desarrollo de una justicia más humana y eficaz”. Actualmente investiga las conductas de acoso y violencia contra la mujer, colaborando con varios centros de atención a víctimas de mujeres en España.

 

¿Por qué eligió esta carrera?
Me gustaba desde siempre el estudio del crimen, esa parte que nos da miedo, quizás porque soy vitalista y optimista. Es una contradicción sólo aparente: estudiar el mal requiere de una creencia firme en lo bueno del hombre.


¿Cómo influyen los medios, los padres, la escuela en la génesis del delito?

De un modo muy importante, ya que los gustos, actitudes y valores dependen de los referentes personales y simbólicos a los que tenemos acceso. Ahora bien, hay personas más proclives a dejarse influir por los mensajes y ejemplos negativos. Es el peso de nuestra biología. Hay un ejemplo fácil: elige tres tipos de tierras diversas y trata de plantar una misma semilla. La planta resultante de la semilla tendrá tres comportamientos" diferentes en cada uno de esos ecosistemas. Así pues, no es lo mismo que genéticamente seamos más sensibles ante la amenaza del castigo o menos sensibles, y ese tipo de variables de personalidad son relevantes a la hora de explicar si nos atreveremos a cruzar determinadas fronteras.

Desde las instituciones de gobierno ¿qué debería tomarse en cuenta para reducir la delincuencia juvenil?
El fracaso escolar y la paternidad irresponsable son las dos variables más relevantes. Los niños fracasados en la escuela no tienen futuro y son más propicios a influencias negativas. Por su parte, los padres que abusan o son negligentes en la educación y relación emocional con sus hijos les preparan mal para el mundo afectivo y laboral del futuro, que requiere confianza y competencia.


Aquellos criminales que cursan con algolagnia ¿son plausibles de rehabilitarse?

Ese factor por sí solo no es determinante sobre las posibilidades de rehabilitación, sobre todo si se trata de la pasiva (masoquismo). El sadismo ya tiene más problemas en la rehabilitación clínica, en particular si se aplica junto con actos sexuales forzados, porque suma al deseo sexual la necesidad de hacer daño, y ello revela una profunda falta de empatía por parte de quien lo ejerce.


Refiriéndonos al síndrome de Estocolmo que se presenta en la pareja penal captor-rehén y teniendo en cuenta los términos económicos con que se maneja el aparato psíquico ¿existe posibilidad que dicho síndrome sea una defensa subconciente para evitar el mal mayor de aquellos síntomas que traería consigo el estrés post traumático?
No lo creo. Creo que se trata de una respuesta natural de la psique humana ante la amenaza de morir. Uno se alinea junto al que tiene el poder, así sus opciones de ser visto como "afin" al que tiene el poder aumentan, al menos en la percepción del secuestrado. Esa estrategia puede tener sus fundamentos, ya que el secuestrador puede, en efecto, dañar más difícilmente a alguien que busca su complicidad ideológica y emocional.

Como sociedad ¿qué podríamos cambiar para contribuir a la reinserción de los ex convictos y evitar su reincidencia?
Dos cosas: ocupación y apoyo social. La gente tiene más incentivos para no cambiar si recibe rechazo y pocas oportunidades. Nos gusta que los demás nos valoren y nos consideren tipos agradables. Si sólo encuentro rechazo y dificultades no haré ningún esfuerzo en acercarme a los otros, y me excusaré en que "no tengo ninguna oportunidad" para no cambiar.

Para conocer cómo funciona la mente estratégica del asesino serial, con autorización del Dr. Garrido, hemos extractado unos párrafos de su obra “La mente criminal, Temas de Hoy”:

El asesino en serie persevera en vivir de acuerdo con su naturaleza esencial

 En todos esos casos, fue la insistencia del asesino en matar lo que les llevó a ser capturados. Cuando el criminal se detiene, y ha logrado matar repetidamente sin que le capturen, como el Asesino del Río Verde, hay que entender que han operado aquí dos factores. En primer lugar, el asesino ha alcanzado lo que podríamos denominar un punto de saturación; ya no se puede matar más: 48 mujeres en apenas dos años (1983-1984) supera todos los límites... Como un alcohólico, llega a un punto de consumo de energías vitales que le fuerza  a tomar una decisión: o se detiene o sucumbe. Esto es, una vez ahíto en sus ansias de matar, Gary Ridgway entendió que debía de parar si no quería ser capturado. Quizás Bundy lo hubiera hecho también si hubiese tenido más tiempo. Sin embargo, el hecho de que –según confesó el propio Ridgway— ni siquiera él hubiera sido capaz de abstenerse por completo, puesto que al menos mató de nuevo una o dos veces en los años 90, revela lo difícil que es lograr el “retiro” definitivo de la adicción asesina.

 Un segundo factor necesario es la disposición de una vida ordenada donde uno pueda perderse: en la medida en que la policía no le ha detectado, no le ha privado por consiguiente de ese ambiente estable donde él puede refugiarse y aparentar ser alguien convencional. En el episodio final de su carrera homicida, Bundy no tenía por más tiempo esa oportunidad. Durante varios años dispuso de ese ambiente de protección en el que camuflar sus asesinatos, pero una vez detenido aquello se acabó. Sin embargo –en lo que es una mala comprensión de la situación real—  planeó su huida a Florida sólo como un cambio de escenario para sus crímenes, ignorando el hecho de que era un delincuente perseguido. Allí actuó como si nada hubiera ocurrido anteriormente: se instaló en un piso de estudiantes y se dedicó a explorar su terreno de caza. Era como si se estuviera iniciando en matar chicas estudiantes. Contrariamente, la verdad era que Bundy estaba psicológicamente mucho menos fuerte, como el adicto o alcohólico tras varios años de abuso: su frenesí le hizo menos cuidadoso, y no tenía ningún plan a medio plazo para vivir de forma integrada y ocultar sus propósitos auténticos.

 Ese proceso de adicción es tan difícil de superar que incluso tener la suerte de iniciar una nueva vida, como si nada del terrible pasado hubiera existido, puede no ser suficiente. Gilberto Chamba es un ejemplo claro de ello. Por las razones explicadas en el capítulo 4, este asesino ecuatoriano tuvo la posibilidad en nuestro país de partir de cero. Con un pasaporte en regla y sin que nadie supiera que era el autor de ocho asesinatos en su país, Chamba logra disfrutar en Lleida de un buen empleo y acumular un historial laboral impecable. Tiene a su mujer e hijos con él, así como dos hermanas que le han ayudado a aclimatarse y a iniciar lo que es sin duda otra vida completamente diferente a la que experimentó en Ecuador. No obstante esto, la rueda del crimen empieza a rodar tan pronto Chamba se ha instalado y ha estudiado con detenimiento su nuevo ambiente. Es decir, tan pronto como se siente seguro, decide que ha de volver a matar.

 Ahora bien, aunque el símil entre la adicción a las drogas y al asesinato es útil para reflejar esa necesidad interior que siente el sujeto, hay una diferencia importante entre el motivo de la compulsión que caracteriza el asesinato serial y aquél que impulsa el consumo de alcohol o las drogas . El alcohólico o drogadicto puede llegar a esta condición por mera curiosidad, por deseo de escapar de una situación que no le gusta o por emular a alguien, entre otras razones (imitación de los padres, presión de los compañeros, etc.). Sin embargo, mi tesis es que el asesino en serie pretende con los asesinatos convertirse en otra persona, ser alguien diferente de quien es, y acabar así con un tipo de vida que se le antoja intolerable.

  Así planteado, habría una coincidencia entre una de las posibles razones para el consumo de alcohol y drogas y el asesinato serial, ya que acabo de mencionar que la gente puede beber o drogarse para escapar de una realidad que no le gusta. No obstante, hay una diferencia importante que hace que ambas motivaciones no sean las mismas: mientras que en este supuesto el drogadicto busca refugiarse en el placer de la droga como forma de negar los problemas, el asesino quiere transformar su realidad, es decir, al huir del mundo que no le gusta está afirmando su propia individualidad. Mientras que el adicto a las drogas escapa de enfrentarse a sus responsabilidades y niega sus auténticas necesidades humanas mediante el consumo de la sustancia prohibida, el asesino en serie afirma su auténtica naturaleza mediante el crimen. La insatisfacción que siente en la vida ordinaria es un acicate para hallar su auténtico camino.

 En otras palabras: él no se refugia en el crimen repetido porque no se encuentra capacitado para enfrentarse a los problemas de la vida ordinaria (como hace el adicto), sino que los problemas de adaptación o la insatisfacción interior que siente desde joven son una muestra de que hay algo más que ha de lograr subvirtiendo el orden moral universal, mediante el inicio de una trayectoria de asesinatos repetidos. La diferencia entre la compulsión para matar y para tomar drogas se ve más clara si prestamos atención al origen y desarrollo de la primera, que no guarda relación alguna con la iniciación a las drogas. Como sabemos, en el asesino en serie hay un periodo más o menos largo en el que su fantasía es esencial para explorar el camino futuro. Ese imaginar cómo se siente uno cuando persigue y rasga las vestiduras de una mujer, cuando la puede imaginar atada en un hoyo en el monte y a su completa merced, va creando en el sujeto un sentimiento extraño, como de disociación o extrañeza hacia su propia persona: él ve que hay un “yo” interior que se va revelando y que, inicialmente, le produce una profunda conmoción y quizás miedo por lo que va a suponer. No es extraño que algunos asesinos recurran al alcohol para atreverse a “liberar” ese monstruo interior. Es entonces cuando, en ocasiones, se producen los “ensayos” o pruebas en la vida real: se persigue a una chica, se intenta capturarla, hay un amago de ataque...

 Así, Joaquín Ferrándiz primero comete una violación; cuando sale de la cárcel comprende que ha de matar para experimentar lo que necesita y, además, para evitar que haya testigos que lo vuelvan a llevar ante la justicia. Del mismo modo, Bundy en el capítulo 8 nos relató de qué modo empezó espiando a las mujeres mientras se desvestían, y cómo poco a poco –y ayudado por una fantasía muy poderosa y rica que iba alimentando con sus lecturas— va acercándose más con sus actos al tipo de crimen que le caracterizaría como uno de los mayores asesinos seriales del siglo XX.

 De acuerdo con esta hipótesis, los motivos a los que antes he hecho referencia no son sino diferentes caminos por los que los asesinos en serie llegan a buscar su naturaleza esencial. Unos lo hacen porque desean vivir con lujo o con cosas que le apetecen tener. Otros quieren sentir un placer sexual descomunal, brutalmente intenso. Unos terceros quieren expresar su odio y resentimiento de un modo atroz. Finalmente, todavía otro grupo de asesinos quieren disponer del sentimiento placentero que les da el obtener el control absoluto de otra persona; la capacidad de ser los dueños definitivos de la vida de quien han capturado.

 Todos esos motivos son formas de llegar a una misma meta: el control del ambiente, la transformación de la realidad, la creación de un nuevo yo mediante una violencia inusitada y secreta(2) . En este sentido, como antes he indicado, habría una motivación general para todos los asesinos en serie: lograr el control de una parcela de la realidad donde ellos definitivamente encuentran su mayor realización personal, lo que incluiría todo el proceso que va implícito en la preparación, ejecución y ocultación de cada asesinato.

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  2.- En situaciones excepcionales como son las guerras, los psicópatas pueden convertirse en asesinos en serie y, por ello, lograr su plena realización, en un contexto socialmente aprobado. Es el caso del Doctor Mengele y sus experimentos malignos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, tal y como explico en mi libro: Contra la violencia, las semillas del bien y del mal (Algar editorial, 2002)