En 1953 los jóvenes científicos ingleses Francis Crick y James Watson, entraron al bar “The Eagle” anunciando que habían encontrado “el secreto de la vida”. Su hallazgo: el ADN, información que hace posible identificar de forma exacta a los seres vivos y ha permitido los más grandes avances médicos de la historia.
Sin embargo, mucho antes de ese descubrimiento, durante siglos la huella digital fue la prueba más irrefutable para distinguir con exactitud la identidad de una persona, pues se trata de una característica física única en cada ser humano.
Formada por un patrón de crestas y valles, este es el sistema de reconocimiento biométrico más antiguo. Pese a ello, continúa implementándose en múltiples áreas que van desde la criminología hasta los documentos de identidad y ya comienza a integrarse a los sistemas de tecnología más avanzados, donde incluso se están desarrollando plataformas que permiten utilizar la huella digital electrónica para realizar complejos trámites a través de Internet.
Seña de la especie
Las huellas dactilares son una característica física que sólo se presenta en los primates, en los humanos se forman a partir de la sexta semana de vida intrauterina y sus características no varían con la edad de la persona.
Además de crestas papilares y valles interpapilares, las rugosidades con formas arbitrarias que adopta la piel que cubre la yema de los dedos posee minucias, es decir, discontinuidades locales de las crestas.
Dado que el sudor se deposita en los surcos, al tocar alguna superficie, la marca única de cada persona queda impresa en el objeto, por lo que es posible obtener una copia del negativo de una huella digital, superponiendo un polvo blanco de consistencia similar al talco, pues éste absorberá la grasa.
Si bien en criminología se ha utilizado la huella digital como prueba de la presencia de una persona en un determinado lugar durante el último siglo, su aplicación identificadora en otras áreas viene de mucho antes.
Ya en la antigua Babilonia, muchas de las transacciones comerciales quedaban grabadas en tablas de arcilla que se firmaban con la huella digital, practica que también existía en Persia durante el Siglo XIV, época en la que oficiales del gobierno notaron que no había dos huellas dactilares iguales. Asimismo, la antigua legislación china establecía que para divorciarse era necesario un documento que expusiera siete motivos y fuera firmado con la impresión digital.
En la cultura occidental en tanto, las huellas dactilares comenzaron a ser utilizadas para validar documentos y contratos a partir del Siglo XIX, época en la que se registran las primeras investigaciones sistemáticas sobre el tema en Europa, lo que permitió masificar el uso de la identificación dactiloscópica en el campo civil y criminal.
En 1880 el cirujano inglés Henry Faulds, presentó un estudio sobre los surcos de la piel, inspirado en la presencia de marcas de dedos en piezas de cerámica prehistórica. En su trabajo, el médico propuso la importancia de huellas digitales como una forma para identificar personas, estableciendo un método de clasificación.
Al conocer sus investigaciones, Charles Darwin, quien ya tenía demasiados años como para abordar el desafío, decidió entregar la tarea a su primo, el científico inglés Francis Galton.
El Modelo de Galton
Tras 12 años de arduo estudio, Francis Galton publicó el libro “Fingerprints”, donde estableció la individualidad y permanencia de huellas digitales, señalando que este rasgo poligénico no cambia a lo largo de la vida de un individuo y que no existen dos huellas dactilares exactamente iguales, por lo que postuló que serían una buena herramienta para identificar humanos.
En el libro, Galton estableció el primer sistema de clasificación para las huellas digitales, mostrando las características por las cuales pueden ser identificadas, índices que continúan utilizándose en la actualidad.
A fines del Siglo XIX, Juan Vucetich, jefe de la Oficina de Estadística de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, simplificó el modelo de Galton creando el Sistema Dactiloscópico Argentino, que reduce la clasificación inicial de las huellas a sólo cuatro tipos. De este modo, en 1892 se aplicó la primera identificación criminal a través de este método, cuando mediante las huellas dactilares se logró incriminar a una mujer como la asesina de sus dos hijos, pues apoyó su mano ensangrentada en la puerta, lo que la delató.
Después de este hecho, las huellas digitales comenzaron a ser utilizadas para la identificación criminal en buena parte del mundo occidental, convirtiéndose en las décadas siguientes en el método más usado para identificar personas en todos los ámbitos.
En Estados Unidos, la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) en 1946 ya había procesado más de 100 millones de tarjetas con huellas digitales en archivos mantenidos manualmente, cifra que se duplicó en los años ’70.
A partir de 1978 la computación avanzó vertiginosamente en el campo de la informática, a raíz de lo cual el FBI comenzó a digitalizar millones de fichas dactilares clasificándolas mediante recuento de líneas. En 1989, basado en la misma tecnología, se planificó un nuevo sistema, denominado AFIS (Sistema automatizado para la identificación de impresiones dactilares, por su sigla en inglés), el cual permite una impresionante capacidad de búsqueda de fichas dactilares.
Esta herramienta es una gran base de datos, que se sustenta en un archivo dactiloscópico, alimentado mediante un escáner que toma fotografías digitales de las impresiones dactiloscópicas.
Para comparar y encontrar las imágenes de cada huella, la herramienta debe efectuar varios procesos y transformaciones de la imagen obtenida, para detectar vectores que se guardan en la base de datos del sistema, el cual mediante formulas matemáticas compara la similitud de los vectores y calcula el porcentaje de coincidencia entre huellas. Así mientras mayor sea la cantidad de puntos coincidentes entre una huella y otra, es más probable que pertenezca a la misma persona.
Más allá de la medicina
Durante los últimos años los dibujos de las huellas dactilares de las manos y pies, han motivado numerosas investigaciones especializadas, que permiten asociar estos rasgos a algunas patologías. Así, las huellas de los recién nacidos se están estudiando para el diagnóstico precoz de anormalidades cromosómicas.
La herencia de las huellas dactilares, al igual que los demás caracteres de herencia poligénica, también se ve influenciada por factores ambientales aunque, debido a la precocidad y rapidez del desarrollo de éstas, el fenotipo no cambia tras el nacimiento.
Las huellas dactilares se pueden detectar a partir de la sexta semana de gestación, llegando a su mayor desarrollo hacia la semana número 13 y su morfología final no se verá alterada durante el restante desarrollo prenatal y postnatal.
Dada su permanencia, los patrones de los dibujos de las huellas se pueden clasificas principalmente en tres grupos: arcos, lazos y espirales, cuyas alteraciones pueden dar cuenta de enfermedades tales como Trisomía 21, Trisomía 18 y Síndrome de Turner, entre otras.
Pero más allá de sus usos para identificación criminal y en medicina, en la actualidad y gracias a los pasos agigantados con que avanza la tecnología, las huellas digitales comienzan a ser utilizadas en vastas áreas, hecho que hace algunas décadas hubiese parecido un argumento de ciencia ficción.
De este modo, se espera que en un futuro cercano no necesitemos llevar un documento para demostrar nuestra identidad y que la impresión digital reemplace a las llaves de las casas, sirva para poner en marcha los automóviles, nos permita votar y baste con apoyar un dedo sobre un escáner para efectuar transacciones bancarias, demostrar quienes somos, de donde venimos y que antecedentes y créditos tenemos individualmente.
El poder de la Biométrica
En la actualidad, la mayoría de los países del mundo utiliza las huellas digitales como sistema práctico y seguro de identificación. De la mano de las nuevas tecnologías, han surgido herramientas que permitirán otras formas de verificación para las personas.
Los datos biométricos, como las medidas del rostro, las huellas digitales y del iris, la forma de las orejas y las manos, la estatura, los mapas del iris y de la retina, el timbre y la modulación de la voz, a través de avanzados sistemas tecnológicos hacen posible identificar a las personas de forma cada vez más segura.
Las herramientas biométricas son sistemas automáticos de chequeo de patrones, que en pocos segundos pueden obtener una muestra del individuo, información que comparan con una base de datos para determinar si los documentos concuerdan o no a la identidad de una persona.
A diferencia de otros sistemas de seguridad, los datos biométricos no se pueden robar o perder, porque forman parte del individuo, por lo que nadie los puede memorizar, ni tampoco es necesario recordarlos, como sucede con las claves y contraseñas.
En el caso de la fotografía biométrica, ésta se puede adjuntar en documentos como pasaportes o tarjetas y cada vez que se necesite verificar la identidad del portador de dicho documento, solo será necesario escanear su rostro.
De hecho, en algunos países ya se han comenzado a introducir información biométrica codificada en los pasaportes de sus ciudadanos. Es el caso de Suiza, país cuyos documentos cuentan con lectura óptica desde 2003 y se preparan para introducir en los pasaportes una pequeña pastilla con otros datos biométricos más exhaustivos, como información sobre la estructura facial de las personas, lo que se hará efectivo durante 2005, como un proyecto piloto que durará cinco años.
Con todo esto, se estima que la tecnología biométrica comenzará a imponerse como una exigencia a escala mundial en las próximas décadas, siendo masificado su uso especialmente en los lugares de trabajo.
Sin embargo, dadas las respectivas realidades locales de los países en vías de desarrollo, es muy probable que lo primero que se implemente sean los elementos detectores de la biometría de las huellas digitales, puesto que dichos lectores son más asequibles por su bajo costo.
Esta tecnología permite detectar modelos y formas presentes en la superficie de las yemas de los dedos y verificar la identidad de la persona a través de diversos enfoques: hay sistemas que funcionan como el proceso policial de coincidencia de huellas; otros utilizan dispositivos para describir los modelos y rasgos esquemáticos de las huellas, mientras que algunos manejan modelos tridimensionales basados en ultrasonido, que permiten incluso detectar si un dedo está vivo o muerto.
Chile ha estado a la vanguardia en este sentido. En septiembre de 2002, el Servicio de Registro Civil e Identificación incorporó a las cédulas un algoritmo matemático que permite codificar la información biométrica del dedo pulgar, sistema a través del cual es posible determinar biométricamente si el portador del documento es el titular, evitando así las suplantaciones de identidad. Dicha cédula posiciona a Chile como el primer país del mundo con la posibilidad de tener un documento oficial con capacidades transaccionales.
Pero la tecnología biométrica digital también ha ingresado con fuerza en los últimos años en otros ámbitos, permitiendo la compra de bonos para atención médica, el control de acceso a algunas empresas e incluso ha comenzado a utilizarse en algunas casas comerciales, cuyas máquinas ofrecen el pago de cuentas en dinero efectivo, sin necesidad de utilizar sobres o formularios. Asimismo, está a la venta un mouse que detecta la huella dactilar y durante 2005 el sistema será implementado en un alto porcentaje de los cajeros automáticos. Dicha operación se realizará en línea con el Servido de Registro Civil y será obligatoria para todos aquellos giros que sobrepasen un determinado monto, que aún está por definirse.
En este último ámbito, el uso de la huella digital permitirá que no sólo las personas con tarjetas puedan usar los cajeros, pues incluso alguien que no posea cuenta corriente, podrá girar dinero que le envíen al indicar un código más su huella digital.
Mientras que los avances científicos con sus aspectos interactivos y digitales afectan nuestra vida en los ámbitos más diversos, paulatinamente los sistemas de seguridad están evolucionandolos hacia un área que es la más simple y, a la vez, la más compleja de todas: buscan reconocer las marcas distintivas de nuestro cuerpo, las mismas que en la antigüedad se imprimían en la arcilla.
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Fuente: http://www.saval.cl/link.cgi/MundoMedico/Reportajes/4338